Yo la amo, yo las oigo cual
oigo el rumor del del viento,
el murmurar de la fuente
o el balido del cordero.
Como los pájaros, ellas,
tan pronto asoma en los cielos
el primer rayo del alba,
le saludan con sus ecos.
Y en sus notas, que va prolongándose
por los llanos y los cerros,
hay algo de candoroso,
de apacible y halagüeño.
Si por siempre enmudecieran,
¡ que tristeza en el aire y en el cielo !
¡ Que silencio en las iglesias !
¡ Que extrañeza entre los muertos.
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